miércoles, 13 de mayo de 2009

FELICIDAD CLANDESTINA(Clarice Lispector)


Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería.

No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos.

Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y "recuerdos".

Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, altas, de cabello libre. Conmigo ejerció su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban.

Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como al pasar, me informó que tenía El reinado de Naricita, de Monteiro Lobato.

Era un libro gordo, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría.

Hasta el día siguiente, de alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, flotaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.

Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, y no me caí una sola vez.

Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diábolico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Poco me imaginaba yo que más tarde, en el curso de la vida, el drama del "día siguiente" iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla.

Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos.

Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la madre. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortado de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, madre buena, entendió a fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera querías leerlo!

Y lo peor para la mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos espiaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena le ordenó a su hija: Vas a prestar ahora mismo ese libro. Y a mí: Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras.

¿Entendido? Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: "el tiempo que quieras" es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer.

¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Cogí el libro. No, no partí saltando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo.

Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.

A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo. No era más una niña con un libro: era una mujer con su amante.

1964 (Borges)

1964


I

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado
Ya no compartirás la clara luna
Ni los lentos jardines. Ya no hay una
Luna que no sea espejo del pasado,
Cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
Que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
La fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente)
Sino lo que no tiene y no ha tenido
Nunca, pero no basta ser valiente
Para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
Y te puede matar una guitarra.



II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
Un instante cualquiera es más profundo
Y diverso que el mar. La vida es corta
Y aunque las horas son tan largas, una
Oscura maravilla nos acecha,
La muerte, ese otro mar, esa otra flecha
Que nos libra del sol y de la luna
Y del amor. La dicha que me diste
Y me quitaste debe ser borrada;
Lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste,
Esa vana costumbre que me inclina
Al sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

JORGE LUIS BORGES ("El otro, el mismo")

lunes, 11 de mayo de 2009

LA SEÑORA ORIANA A DULCINEA DEL TOBOSO(Cervantes)

Soneto

¡Oh, quién tuviera, hermosa Dulcinea,
por más comodidad y más reposo,
a Miraflores puesto en el Toboso,
y trocara sus Londres con tu aldea!
¡Oh, quién de tus deseos y librea
alma y cuerpo adornara, y del famoso
caballero que hiciste venturoso
mirara alguna desigual pelea!
¡Oh, quién tan castamente se escapara
del señor Amadís como tú hiciste
del comedido hidalgo don Quijote!

Que así envidiada fuera, y no envidiara,
y fuera alegre el tiempo que fue triste,
y gozara los gustos sin escote.

viernes, 8 de mayo de 2009

Babelogue (Patty Smith)

I haven't fucked much with the past, but I've fucked plenty with the future.
Over the skin of silk are scars from the splinters of stations and walls I've caressed.
A stage is like each bolt of wood, like a log of Helen, is my pleasure.
I would measure the success of a night by the way by the way by the amount of piss and seed I could exude over the columns that nestled the P.A.
Some nights I'd surprise everybody by skipping off with a skirt of green net sewed over with flat metallic circles which dazzled and flashed.
The lights were violet and white. I had an ornamental veil, but I couldn't bear to use it.
When my hair was cropped, I craved covering, but now my hair itself is a veil, and the scalp inside is a scalp of a crazy and sleepy Comanche lies beneath this netting of the skin.
I wake up. I am lying peacefully I am lying peacefully and my knees are open to the sun.
I desire him, and he is absolutely ready to seize me. In heart I am a Moslem; in heart I am an American;
In heart I am Moslem, in heart I'm an American artist, and I have no guilt.
I seek pleasure. I seek the nerves under your skin.
The narrow archway; the layers; the scroll of ancient lettuce.
We worship the flaw, the belly, the belly, the mole on the belly of an exquisite whore.
He spared the child and spoiled the rod. I have not sold myself to God.

Rock n Roll Nigger -fragmento patty Smith


those who have suffered, understand suffering,
and thereby extend their hand
the storm that brings harm
also makes fertile
blessed is the grass
and herb and the true thorn and light)

I was lost in a valley of pleasure.
I was lost in the infinite sea.
I was lost, and measure for measure,
love spewed from the heart of me.
I was lost, and the cost,
and the cost didn't matter to me.
I was lost, and the cost
was to be outside society.

martes, 5 de mayo de 2009

fragmento

Un ruiseñor preso en la red de un cazador
Cantó con más dulzura que nunca,
Como si la fugaz melodía
Pudiera volar y apartar la red.

Al anochecer, el cazador cogió su presa.
El ruiseñor jamás su libertad.
Todas las aves y todos los hombres tienen que morir,
Pero las canciones pueden vivir eternamente.


(un pequeño canto que aparece en la novela de Ken Follet, Los pilares de la tierra)

domingo, 3 de mayo de 2009

CRISANTEMOS(J.C)


(Chrisantemun silence)

No hablan de nada.
Largos silencios
llenan la plática
de indecible blancura.

PROPOSICIONES(Jorge Cadavid)


Una gota no es una esfera
Una montaña no es una parábola
Un insecto no es un punto
Un rayo no es una lìnea
El caos opera con todas las escalas simultaneamente
Evita las simetrías
Dios no es geometría

ABDUCIR(J.C)

Un dado ilegible
entre el pulgar y el ìndice
lanzado al pie de las letras
decide la sintaxis del poema.

EL SABOR DE LO REAL(Jorge Cadavid)


La luz se repliega
sobre la mesa
como un signo errante
De regreso corta el pan.

LAPSUS(Jorge Cadavid)

¿En donde estamos?
En las palabras
¿Perdidos en todas las palabras?
En todas y en ninguna
Uno se pierde a cada instante.

TEXTO (Jorge Cadavid)

Las luciérnagas redactan
esta noche en el firmamento
con febriles caracteres
un texto intermitente
Los signos constelados
parpadean silábicamente